Somos toxicómanos de la rutina, necesitamos repetir un mismo ciclo una y otra vez, y cuando conseguimos salir de uno, entramos inmediatamente en un sustituto más adictivo aún.
No somos capaces de mirar a nuestro alrededor y observar las
maravillas que se suceden en nuestro entorno, somos como zombies, esclavizados
por un método que ni siquiera hemos elegido libremente.
Sin embargo, hay algo que puede despertarnos de nuestra
robótica ensoñación: el ARTE, el antídoto para ver la Belleza del verdadero
mundo.
No parecerse a nada no es la pretensión de mi trabajo, se trata
de una mirada fuera del camino, de un paseo por lo que no está asfaltado. En él
podemos encontrar cosas reconocibles, algunas incluso que despreciamos, y
otras, simplemente reinterpretadas.
Quizás, lo único importante sea mirarnos a nosotros mismos y
ver lo que nos estamos perdiendo.